Con el fin de evitar interpretaciones erróneas, quiero manifestar a los fieles católicos y a la opinión pública lo siguiente:
1. Acojo plenamente, con firme y plena convicción, la doctrina moral de la Iglesia Católica sobre la homosexualidad que, aunque como mera inclinación sexual no constituye pecado, es justamente considerada como una tendencia "objetivamente desordenada" (cfr. Catecismo, n. 2358).
2. De igual modo, como he repetido en diversas ocasiones, considero “que los actos homosexuales son también intrínsecamente desordenados y contrarios a la ley natural. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso” (cfr. Catecismo, n. 2357). En efecto, “las personas homosexuales están llamadas a vivir la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana” (cfr. Catecismo, n. 2359).
3. Reitero, por tanto, que las afirmaciones realizadas durante el mencionado foro académico no han tenido la intención de controvertir o modificar esta sólida e inamovible posición moral de nuestra Iglesia. La intención de mis afirmaciones no era otra que la de expresar al público asistente, en su mayoría formado por líderes y miembros de la comunidad LGBTI, el respeto que la Iglesia Católica tiene por toda persona humana. Con amor de madre, la Iglesia acoge a todos los hombre y mujeres sea cual sea su condición, consciente de que más allá de sus inclinaciones sexuales -e incluso de su comportamiento sexual- toda persona tiene la misma dignidad fundamental ante Dios y ante el Estado. Los hombres y mujeres con tendencias homosexuales "deben ser acogidos siempre con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta" (cfr. Catecismo, n. 2358).
4. Para ilustrar a los asistentes sobre dicha realidad -desconociendo la presencia de medios de comunicación en la sala- me permití utilizar algunas expresiones coloquiales que, fuera del contexto del encuentro académico y del diálogo establecido con los asistentes, resultan claramente desafortunadas. Pido sinceras disculpas a quienes pudieron sentirse escandalizados o heridos por estas lamentables expresiones a las que no puede dárseles ningún valor teológico o moral.
5. A pesar de la polémica suscitada, algo importante hay que resaltar en este acontecimiento. Este primer encuentro oficial y público de un Obispo colombiano con la comunidad LGBTI, demuestra que si es posible acercarse a quien piensa distinto para establecer un diálogo sincero y franco que nos lleve a derribar los muros y a descubrirnos mutuamente como hermanos. En ese sentido, como Obispo y como sacerdote, me siento satisfecho de haber cumplido este importante paso de acercamiento que, espero, abra el camino para otros encuentros futuros.
6. Quiero agradecer, por último, la comprensión y la oración de mis fieles, de mis sacerdotes y de mis hermanos Obispos, que han sabido interpretar la finalidad pastoral de mis afirmaciones y han valorado mi esfuerzo por llevar a los hijos de Dios, en ocasiones alejados de la Iglesia, el rostro de la misericordia y del amor divino.
Dios los bendiga a todos,
+ Juan Vicente Córdoba Villota
Obispo de Fontibón
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