v. 1 Jesús habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los fariseos diciendo:
v. 2 “El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo.
v. 3 Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero éstos se negaron a ir.
v. 4 De nuevo envió a otros servidores con el encargo de decir a los invitados: “Mi banquete está preparado; ya han sido matados mis terneros y mis mejores animales y todo está a punto: Vengan a las bodas”.
v. 5 Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio;
v. 6 y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron.
v. 7 Al enterarse, el rey se indignó y envío a sus tropas para que acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad.
v. 8 Luego dijo a sus servidores: “El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no eran dignos de él.
v. 9 Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren”.
v. 10 Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos y la sala nupcial se llenó de convidados.
v. 11 Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenías el traje de fiesta.
v. 12 “Amigo, le dijo, ¿Cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?”. El otro permaneció en silencio.
v. 13 Entonces el rey dijo a los guardias: “Atenlo de pies y manos y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes”.
v. 14 Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos. Evangelio: Mateo 22,1-14
Introducción
Dentro del conjunto de parábolas reunidas por Mateo en los capítulos 21 y 22 de su Evangelio, que marcan un permanente contraste entre el antiguo pueblo elegido y el nuevo pueblo de Dios, se incluye la conocida parábola del “banquete nupcial” que en su contenido es semejante a las parábolas anteriores.
Si bien el escenario es el mismo y son también las mismas personas a las que se dirige Jesús (sumos sacerdotes y fariseos), se diferencian en el motivo del envío: en la primera se enviaba servidores para cobrar un arrendamiento, en ésta el envío es para llevar invitaciones para un banquete.
La parábola tiene dos partes, reunidas por Mateo en su relato: la de los invitados a la boda (Mt. 22, 1-10) y la del comensal sin vestido apropiado (Mt.11, 14)
Aportes para la lectura
v. 1-2 Jesús se dirige nuevamente a los sumos sacerdotes y fariseos y les presenta otra parábola. Esta vez comparando el Reino de los Cielos con un rey que celebraba la boda de su hijo. El reino de Dios se presenta, por lo tanto, bajo la figura de un banquete de bodas.
Los banquetes en aquel tiempo, tenían una importante función social, pues eran ceremonias a través de las cuales se confirmaba el estatus de las personas y su lugar dentro de la escala social. Los banquetes eran también un medio para estrechar lazos, relaciones y para afianzar alianzas. El prestigio de una persona podía muy bien medirse por la gente que frecuentaba su mesa. En ocasiones muy especiales, como la boda de un hijo, la selección de los invitados era minuciosa, sobre todo se cuidaba la invitación a personajes importantes, porque su presencia contribuía a realzar el estatus y el honor de la familia.
Según estipulaban las reglas de cortesía de la época en que predicaba Jesús, las invitaciones a los banquetes debían enviarse varias veces. Por primera vez se invitaba con bastante anticipación, luego se enviaba una segunda invitación cuando se acercaba el día de la fiesta y finalmente otra en el mismo día.
v. 3 Los primeros invitados se negaron a participar en el banquete de bodas. La invitación fue rechazada conscientemente: “se negaron a ir”.
Rechazar una invitación de esta categoría, era algo casi impensable y suponía una ofensa grave para quien invitaba.
v. 4-6 Otros servidores fueron enviados para llamar a los invitados, expresando mayor urgencia, pues “todo está a punto”. Pero de nuevo los invitados resultaron estar más interesados en sus propias ocupaciones. Tenían “campos y negocios”, intereses que pusieron delante de la invitación del rey.
Estos reiterados envíos de servidores para llevar las invitaciones, tienen el mismo resultado que en la parábola de los “viñadores homicidas”: desprecio, malos tratos y homicidio.
Hasta aquí, está claro que el rey representa a Dios que ofrece la celebración del Reino a los invitados: el pueblo de Israel.
La figura del hijo del rey se asocia inmediatamente a Jesús. El cual merece ser llamado esposo de la humanidad. Jesús mismo se ha presentado como “el Esposo” (Mt. 9, 15).
Los siervos enviados a llamar a los invitados, representan a los profetas que insistente denunciaron la idolatría, la corrupción moral, el formalismo y la hipocresía del pueblo.
Esto llevó a que muchos de ellos también sufrieran desprecio, rechazo, malos tratos y homicidio.
v. 7 El maltrato recibido a sus servidores, provoca la indignación del rey, quien manda terminar con los que han rechazado la invitación y prender fuego la ciudad.
Esta alusión a la destrucción y al incendio a la ciudad, describe el asedio y posterior destrucción de Jerusalén (la asesina de los profetas – Mt. 23, 37) por parte del ejercito romano en el año 70 d C.
A la ofensa que le hacen rechazando la invitación, el rey de la parábola responde invitando a todos los que se encuentren por el camino (los que no tienen casa, ni trabajo estable, los pobres y desposeídos, considerados como ignorantes por los jefes religiosos de Israel) que representarán al nuevo pueblo que va a constituir el Israel mesiánico (Mt.21, 43) La distinción “buenos y malos” recuerda que, como se anticipaba en la parábola de la red (Mt. 13, 47- 50) el Reino se anuncia a todos, a los buenos y a los malos, a judíos y paganos. No se hace acepción de personas. Solamente en el momento del juicio se dará la separación definitiva.
El propósito del rey se cumple, la fiesta se celebra con la máxima concurrencia de gente. (Lc.14, 21-24).
Con estos versículos finaliza la primera parte del relato.
v. 11-12 La segunda parte de este texto pertenece, sin dudas, a otra parábola, agregada por Mateo al final de la anterior y que no se encuentra en los otros evangelios.
Mateo refiriéndose a la presencia de buenos y malos, quiere evitar con este añadido que nadie piense que por el hecho de pertenecer al nuevo pueblo de Dios ya se tiene todo asegurado.
La parábola aporta un detalle importante. Si bien todos son invitados y recibidos, se espera que cada uno de ellos se adapte a la importancia del banquete y se prepare adecuadamente vistiendo el “traje de bodas”.
Este vestido de fiesta simboliza la fe o las “buenas obras”, tema característico de Mateo: lo que cuenta es “hacer” la voluntad de Dios.
El vestido de fiesta era ofrecido a la entrada a todos los invitados. El que fue sorprendido sin la vestidura, no era por ser pobre, sino que evidentemente rechazó este ofrecimiento. Por eso quedó “en silencio”, sin poder responder (Mt 21, 28)
v. 13 Con la expulsión de la sala del banquete a las tinieblas que hay afuera, donde se llora y rechinan los dientes, se alude a la condición en que quedan los que están privados de la luz y la alegría del Reino de Dios.
v. 14 El pueblo de Dios siempre se había considerado elegido por Dios, pero Jesús señala que los únicos “elegidos” son los que responden con fidelidad a la llamada de Dios (Mt. 24, 31)
Aportes para la meditación
El Señor nos invita insistentemente a su fiesta, ¿estamos atentos a esa invitación?
¿Descubrimos de qué medios o signos se vale?
¿Qué realidades actuales nos impiden aceptar esa invitación?
Tener puesto el “traje de fiesta”, ¿qué significa para cada uno de nosotros?
Aportes para la oración
“La vida es un regalo, porque te la dieron cuando aún no podías pedirla. También es un desafío porque te pedirán cuenta de lo que aún no eres. Por eso a la vida hay que vivirla” Madre Teresa
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