La oración de consagración fue la siguiente:
Yo me consagro enteramente a tu dulce amor y a tu santo servicio. Te consagro mi alma, cuerpo y espíritu. Te consagro mis potencias: memoria, entendimiento y voluntad; la mente con sus pensamientos, el corazón con sus afectos, el cuerpo con sus sentidos y con todas sus fuerzas.
Prometo ser dócil al Espíritu que santificó tu mente y tus entrañas; es mi deseo seguir tus huellas y hacer vivo aprecio de tu amable compañía para pensar, hablar y obrar en todo mirando la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas.
Te suplico, Madre del Verbo Encarnado, que me formes como formaste a tu Divino Hijo, de modo que el Evangelio alcance su fruto en mí con abundancia de las virtudes que te hicieron tan grata al Padre Celestial y tan útil a su plan de salvación: la fe viva, la ardiente caridad, la humildad profunda, la pureza sin tacha, la hermosa y alegre sencillez del corazón que tiene su unidad en Dios.
Tu ejemplo ha de guiarme, tu oración ha de sostenerme, tu mirada ha de iluminarme y tu amor de madre, protegerme, a fin de que, en cuanto es posible, mis palabras y obras prolonguen los pasos de Cristo en el mundo, hasta el día bendito en que sea llamado a gozar de su rostro y de tu perfecta compañía en la Patria Celestial. Amén.
Recomendamos a las familias hacer la oración de consagración para obtener de nuestra Madre su cariñosa protección.